Espejo

Mírate ahí tan diferente, tan distante, tan ausente.
Parece que los días te han pasado encima como una locomotora a toda marcha que se ha detenido sólo para asegurarse de que había aniquilado cualquier vestigio de vida en tus ilusiones.

Tu mirada, ¿qué ha pasado con aquella mirada llena de asombro? ¿aquella mirada que tanto enamoraba al cielo cada vez que tú te detenías a observarle? Parece que has pasado siglos mirando sin realmente ver nada.
¿Dónde están aquellos ojitos llenos de curiosidad que se admiraban de los detalles más grandes de la vida? Esos detalles como el increíble nacimiento de una flor, las puestas de sol a las que te gustaba tanto sonreírles hasta hacerles sonrojar, las mil formas que pintaban para ti las nubes, el suave y precioso tango de las gotas de lluvia en los charcos que brillaban con luz prestada.

Y tu postura; parece que la vida ha dejado caer todo su peso sobre tu espalda. ¿qué ha pasado con aquella postura erguida, tan orgullosa y soberana?, esa que avergonzaba a los árboles y les obligaba a inclinar sus ramas cada vez que tú caminabas, casi flotando, frente a ellos.

Y mírate, ¿dónde está tu risa? ¿dónde la has perdido? Aquella risa que volvía locas de amor a las aves y dejaba sin aliento a la música. Esa misma que embriagaba cada habitación, cada rincón de la ciudad, cada persona que la escuchaba.
Ahora parece que sólo ríes para vestirte de alegría alquilada, con máscaras que no te sientan bien, con atuendos prestados que te han quedado grandes.

Y, ¿dónde has guardado tus ganas de salir a comerte el mundo? ¿dónde están tus deseos de conquistar la luna? Esos deseos inquebrantables que hacían a las estrellas rendirse en tus manos.

Mírate ahora, con las esperanzas quebradas, la sonrisa rota, la mirada efímera; con los sueños ahogándose por falta de ilusión, con el amor incinerado por el exceso de orgullo; sin la osadía como brújula, sin tus pisadas firmes en dirección al sol, sin esa llama en tu mirada, sin los mil colores que siempre acompañaban a tu voz.

Ya no admiras con el asombro de un niño, ya no sonríes con la intensidad de un huracán, ya no caminas con la entereza de un roble, ya no sueñas con el deseo ardiente del fuego, ya no añoras con la intensidad de una tormenta, ya no amas con la inocencia del Principito a su rosa sin espinas.

Has perdido todo. Te has conformado con aparentar que vives, tratando de disimular la lluvia que llevas dentro con pequeñas sonrisas que fingen que hacen salir el sol.

Pero, todo esto es mi culpa.
Discúlpame, pequeña, por abandonarte mientras intentaba jugar a ser mayor en un mundo lleno de niños con máscaras que pretenden ser adultos.
-se dijo, mirándose al espejo-


26 respuestas a “Espejo

  1. El espejo, cuando se mira fijamente, nos muestra algo más que el reflejo de nuestra imagen. Nos refleja el cansancio, el abatimiento, la desgana de vivir, el miedo, la nostalgia, la soledad. He visto esa imagen demasiado a menudo por eso no me gusta el espejo, lo uso lo indispensable para peinarme y poco más… Aunque comprendo que no debería ser así, mirarse a fondo es verse por dentro y poner remedio.
    Muy bueno. Un abrazo.

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  2. Yo te diría que quizá no fue tu culpa, sino una equivocación al tomar el camino. Te diría que mientras tengas vida tienes oportunidad de corregir el rumbo. Te diría también que lo cuentas muy bonito.

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