Siempre fui de palabras abarrotadas y sentimientos enclaustrados; de emociones genuinas y temores profundos.
Siempre caminé con la ilusión bajo el brazo y pisándole la cola a mi esperanza. Fui la de los silencios cortos y las miradas largas. Fui la que llevaba la lluvia por dentro y el resplandor del sol en la sonrisa.
Hasta que vino un aluvión, me lanzó con gran furia de mi nube y me estrelló con odio contra el suelo, entonces, con las rodillas llenas de tristeza y las manos colapsadas de lágrimas, me convertí en tormenta.
Y me prometí nunca más inclinar rodillas al suelo, a menos que fuese para rendirme al amor.
Pero seguía siendo la de las caricias huidizas y los besos esquivos, la de los abrazos largos y los latidos profundos.
Siempre caminé con mi sombra al frente y el cielo tras de mí, con las manos alzadas más en señal de rendición que como muestra de victoria.
Siempre fui la de los pedazos a medio armar, la de los rotos a medio coser, la de los sueños casi cumplidos. Pero con la mirada altiva y el estruendo del mar en mi pecho.
Hasta que llegó el amor y me hizo inclinar la cerviz mientras hacía a mi alma flotar atravesando nubes y mundos, galaxias y universos. Me hizo volar y expandirme para subirme tan alto y tan lejos que comenzó a matarme por falta de oxígeno; y ahí, en el centro del cielo, sin poder respirar esperanza, sin una promesa a la que asirme y con una tormenta resonándome por dentro, me convertí en huracán.
Destrocé todo a mi alrededor, toda esa falta de aire por las dudas del querer complacer y no saber cómo, del querer ser y no entender con quién.
Hice añicos mis conceptos erróneos de felicidad, convertí en pedazos los recuerdos que me dañaban, las canciones que me señalaban burlonas, las horas que había perdido soñando con una mentira.
Y fui libre. Y comencé a volar por mi cuenta, por gusto y a placer.
Y sonreí, y sentí, y viví, y fui. Atravesé mundos, construí universos, dibujé cielos entre nubes de letras, desborde mares con la fuerza de una voz que me susurraba paz. Hasta que vinieron los recuerdos, las mentiras, la vida apuñalándome la espalda, la muerte tiroteándome el pecho, el reloj detenido contando los segundos para mi inminente caída.
Llegaron los tropiezos, el limbo, los saltos de fe sin fe, los intentos fallidos, los fracasos, el cielo gris, el vacío, el fondo, el silencio; y así fue como con las alas rotas comencé a caer girando incontrolablemente a un precipicio en el cual también me convertiría al acariciar su fondo hecha pedazos.
Todo lo que sube tiene que bajar y es triste, vaya.
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No necesariamente tiene que ser triste, porque a veces hasta el viento cae para acariciar el fondo y hacerle cosquillas.
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Claro, no todo es malo; “Después de la tormenta llega la calma”, pero igual así no puedes llenarte de muchas expectativas.
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Tampoco es obligatoriamente cierta esa frase, porque no siempre llega la calma… Sin embargo las expectativas, si no son propias (mías) no creo en ellas.
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Realmente Bello-Hermoso ❤❤❤
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Gracias.
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Me encantó ❤️
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Gracias por leer.
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