Hasta que tú.

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Siempre fui de decisiones erráticas, de sentimientos confusos, de soledades ambigüas, de gustos extraños, de pensamientos magnánimes y un poco locos, de aspiraciones rotas, de sonrisas fáciles pero de amor enclaustrado.

Siempre fui más de querer volar a pesar del miedo a las alturas, de reir fuerte para no ahogarme por dentro, de abrazar para no quebrarme, de irme para no olvidar.

Siempre fui la que deja marchar todos los trenes, la que repara alas pero jamás aprendió a surcar las nubes, la que rearma mundos pero sigue en pedazos.

Siempre fui yo. Fria. Racional. Rota. Incompleta.
Hasta ese día. Hasta esa tarde. Hasta esa suerte.
Hasta esa esquina en que me topé de bruces con el sol que iluminaría el resto de mi vida.
Me encontré reflejada en su mirada, me vi y me reconocí, me viví y me soñé feliz.

Estaba ahí, tan perfecto en medio de un caos que gritaba por mis manos, parado sobre dudas que suplicaban por mi nombre.
Traía entre los labios una sonrisa rota que suspiraba por mi boca.
Y yo, que siempre fui la de los laberintos me encontré perdida entre las galaxias de sus ojos.
Y yo, que hasta ahora había vivido con la bandera a media asta y con los sueños quebrados, comencé a desear invadir su patria, conquistar todas sus fronteras, derribar todos sus miedos, levantar barricadas contra su desesperanza, iniciar una guerra con su soledad en la que él fuera el máximo ganador.

Yo, que siempre fui la artesana comencé a desearme reina de sus deseos para rendir todas mis murallas a sus pies.

Yo, la racional, la del amor frágil, la de las ilusiones distantes, la de los sentimientos esquivos, me convertí en la tejedora de esperanzas, en la constructora de un amor valiente, en la soñadora que saluda a los futuros de cerca, en la alquimista de imposibles certeros.
Yo, que siempre había sido la mitad de un mundo, me encontré de frente y sin escudos con mi universo entero.

Y él, que siempre había sido mío, suspiró al encontrar en mi pecho enamorado su hogar.
Y él, que había perdido la vida buscándome, sonrió al encontrar en mí su eternidad.


6 respuestas a “Hasta que tú.

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