Pequeños mundos

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Querido astronauta,

Lo primero que he hecho es tomar una buena botella de valentía mientras me dejo llevar por los sentimientos que se me han hecho nudos en el pecho deseando salir.
Es casi hora del atardecer, y solo puedo pensar que en tu planeta debes haber visto ya unas tres puestas de sol en lo que llevo de mi día.
Me recuesto junto a la ventana mirando al cielo y te recuerdo, a vos y a tu sonrisa, a esos ojitos brillantes que parece que resplandecen casi al compás del sol, y no puedo evitar sonreír, y suspirar, y añorar estar a tu ladito, viendo los días pasar mientras nosotros nos burlamos del mundo y sus complejos, mientras vos me hacés reír con alguna idea loca que me despeina los prejuicios, mientras yo te veo y sueño con la eternidad.

He divagado tanto que las estrellas ya acarician mi cielo, el frío se asoma queriendo colarse por la ventana, lo que no sabe es que hoy el invierno lo llevo yo por dentro, y es que me falta tu voz, tu risa, tu música. Me faltas vos y yo me siento ausente; pero pará, no quiero parecer una loca desesperada que está a punto de saltar al vacío soñando con llegar a tu universo, no, no, soy más de callar para que vos rías. No sé, creo que estás mejor así, lejos de los agujeros negros que llevo en el pecho en lugar de corazón.

Te he dejado cien mensajes en las estrellas y en todos he firmado con el deseo de que volvás, con la esperanza de que en ese lado de tu galaxia la primavera llegue y te recuerde a mí; te recuerde que tenés un jardín que has plantando y que tenés que volver para ver crecer, que te recuerde que tenés un hogar lleno de constelaciones dibujadas en las paredes que esperan el brillo de tus ojos para llenarse de vida.

Bueno ya, las metáforas han sido siempre mis mejores aliadas al momento de desbordarme en letras, pero quemaría todas las metáforas del mundo con tal de besarte los labios y apagarte los miedos. Y es verdad, lo haría, me cambiaría a un expresionismo más ligero, más simple, más directo y monocromático con tal de que vos me llenaras siempre la vida de colores con tu risa.

Sí, sonreí, mi niño de la luna.
Te extraño, lo admito.
Te quiero, se sabe.
Te espero, siempre.

Pero ya viste, no me atrevo a decirlo yo primero, no me animo a lanzarme con los ojos cerrados a ese espacio infinito en el que vos habitás, porque aqui, en este pequeño mundo en el que estoy también estoy en paz, con tu risa de fondo, con los recuerdos a todo volumen, con vos como líder de la banda sonora de mi vida.

La noche ya es profunda pero las estrellas siguen tiritando, la luna me sigue mirando expectante, y yo me he terminado media botella de vino, mientras soñaba con llamarte y hablar hasta la madrugada de cosas importantes y también inútiles, de fantasías y realidades como cemento, hablar de todo y soñar de más. Pero con vos.

Pero voy a dejar mis ideas aquí, le voy a poner pausa a ese galope de nostalgia y le voy a encender la luz a la alegría, porque sé, que aunque lejos, estás conmigo, siempre, debajo del mismo cielo, en los mismos puntos cardinales del universo, y del mismo lado de la vida.


14 respuestas a “Pequeños mundos

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