Tranquilidad entre las estrellas

No recuerdo cuánto tiempo había transcurrido desde la ultima vez que alguien me abrazó con tal intensidad, pero estoy segura de que nunca había sentido esto, como si miles de pequeños prismas se reflejaran dentro mío creando cosquilleantes galaxias de colores. Como si cientos de pequeñas mariposas aletearan al unísono de mi corazón.

Sin notarlo he cerrado los ojos y estoy exhalando como quien respira paz, tranquilidad y seguridad. Estoy aferrada a sus brazos mientras es mi corazón el que se acurruca en su pecho; y él parece notar que su abrazo es un efecto sedante a mis miedos, mis preocupaciones y dolores. Se ha quedado quieto, sosteniéndome en medio de la tormenta de mi alma, con tal valentía y fuerza que se ha convertido en faro en la noche de mi vida.

No es necesario mirarlo, sé que ha comenzado a sonreír mientras me mira, sé que piensa que soy lo mejor que pudo haberle pasado, sé que piensa que podría vivir en ese momento el resto de su vida, sé que por dentro el corazón le está dando vuelcos como un niño que corre y ríe pisando charcos jugando a ser inmortal.

Abro los ojos y él clava inmediatamente los suyos en mis retinas, no es necesario que diga nada, él sabe que le amo, que entregaría mis sonrisas para ganar su felicidad, que rendiría todas mis armas para que su reino se mantuviera en pie.
Me sonríe de nuevo, le brilla la felicidad en los ojos; le devuelvo la sonrisa y la habitación a nuestro alrededor contiene la respiración. La gravedad nos suelta y flotamos, juraría que flotamos sin despegar nuestros pies del suelo.
Se inclina, me besa y el universo en forma de una serenidad inminente le susurra a mi corazón: «esta vez, decidí conspirar a tu favor»