Limbo

29.5.2018

Querido diario:

Esa tarde recibí una noticia que me detuvo el corazón en seco, de golpe y sin piedad. He tardado en venir a contártelo porque, como entenderás, no tenía fuerzas ni para respirar. Me ha faltado el aire, las ganas, el mundo. Me he faltado yo.

¿Sabes? Hace un par de días pensé que la vida por fin se apiadaba de mí y me ofrecía una tregua, pero entendí que cuando la noche es más oscura, no significa que está a punto de amanecer, sino que se avecina una fuerte tormenta.
Y entendí que yo a penas estaba comenzando a entrar en el túnel, y que la vida solo se estaba burlando, se había quedado quieta observando como yo trataba de reconstruirme las alas rotas y empapadas mientras soñaba con volver a volar. Y cuando corrí y me lancé de bruces esperando tocar el cielo, me apagó el viento, me cegó las ilusiones y me cercenó de un tajo y sin misericordia el corazón.

Y volví a caer.

Y aquí estoy, en un limbo interminable de remordimientos y culpas, de espejos que me señalan a mí, de noches que me dicen que debí hacer más, de espirales que susurran que todo este desastre tiene mi nombre. Pero ya no hay reacción, ya no hay corazón que llore, ni canciones que traten de elevarse como himnos de guerra, ya no hay tristeza, ya no hay nada, ya no puedo sentir. Creo que hace unas semanas sentí tanto y de tal manera que ahora tengo los sentimientos adormecidos.
Estoy aquí, inerte, flotando en un espacio vacío y oscuro porque la tristeza me robó el cielo y sólo me ha dejado precipicios.

¡Qué puta ironía!

Cuando recién había venido a contarte que me estaba rearmando, con dificultades, pero volviendo a creer; cuando pensé que estaba venciendo a la depresión, volviendo a sonreír con ganas y sin fingimientos, poniéndole colores a los días, viene la vida, desenvaina su espada y me la atraviesa justo en ese espacio que había logrado seguir intacto, mi estúpido optimismo. Y me dejó de rodillas, con la mirada en el suelo, con los brazos caídos y las fuerzas bajo tierra.

Sí, ya lo sé, pequeño confidente, siempre me has dicho que todo dolor tiene su final. Casi puedo escucharte decirme que sonría «aunque sea un poco, para joder a la vida», pero ahora estoy tan herida que sólo me derramo en lágrimas.
En este insondable destierro aún me hace compañía una minúscula y puta espora de luz, una minúscula y puta espora de esperanza, que a veces se acerca al pequeño trozo de corazón que me queda y le cuchichea cuentos de cielos azules y verdes que esperan por él para ser sobrevolado, pero no hay respuesta. Aquí ya no hay nada que motive, nadie a quien aferrarnos.

Sigo sobre el velero pero ya no hay puerto que me espere.

Ni ganas de remar, ni viento que empuje, ni sirenas que canten, ni brújula que guíe, ni mar que contenga. Todo es tormenta, noche y huracán. Todo es limbo y caída.

Todo soy yo, hecha de nuevo pedazos.


19 respuestas a “Limbo

  1. La vida nos golpea con fuerza, sin piedad, sin pensar que aún no nos hemos levantado de la anterior caída. ¿Qué hacer entonces? pues levantarse otra vez y darle un puñetazo en plena boca a la vida y decir «aquí estoy yo, por mucho que lo intentes, me harás caer pero no me harás sucumbir nunca».
    Un abrazo.

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  2. Me he sentido en muchas partes identificada , es regocijante sentir a las palabras , ya sea como medio de consuelo o como puente para aventurarnos a la vida .
    Estoy segura que tus pedazos podrás reconstruirlos a través de la escritura , tengo fe en ello -como muchas veces-.
    ¡Muy bonito!

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